El suelo y sus propiedades

Como sabemos, para obtener una producción agrícola de calidad participan muchos elementos importantes tales como el riego, los fertilizantes, el monitoreo de las condiciones climáticas, la elección adecuada para el momento de cosecha, etc. Junto a estos factores, existe otro que es fundamental conocer no solo para el desarrollo de los cultivos, sino incluso mucho antes, cuando debemos decidir el tipo de cultivo que podemos producir: el suelo. Sin embargo no siempre es abordado con la suficiente relevancia, por lo que en este artículo nos abocamos a ello.

Para comenzar a tratar este tema podemos partir de una pregunta básica:

¿Qué es el suelo?

Para fines agrícolas, podemos señalar que el suelo es una mezcla de materiales sólidos, agua y aire, cuya relación entre ellos y sus nutrientes resultan imprescindibles para hacer crecer las plantas. Según la proporción en que se encuentren estos componentes se obtienen una serie de propiedades físicas o mecánicas que ahora revisaremos.

Composición

Si tomamos un trozo de suelo seco con la mano, podremos apreciar que está compuesto de gránulos de diferentes tamaños, los cuales mayoritariamente están originados a partir de la degradación de rocas, es decir corresponden a partículas minerales, pero otros están originados a partir de la descomposición de plantas y animales, se trata por tanto de partículas orgánicas. Ambos tipos de partículas parecieran formar una mezcla compacta, aunque en realidad en realidad existen espacios o poros entre ellas. En condiciones normales, estos poros se encuentran principalmente ocupados por aire o vapor de agua, y por el contrario, tras una lluvia o un riego, estos poros se llenarán de agua.

Por otra parte, las partículas minerales pueden ser de diferentes tamaños, clasificándose en:

– Grava y piedra           : partículas mayores a 2.0 mm

– Arena                         : partículas entre de 0,05 y 2,0 mm

– Limo                           : partículas entre 0,002 y 0,05 mm

– Arcillas                       : partículas menores a 0.002 mm

Si bien existen muchas formas de clasificar los suelos, una de las más usuales es hacerlo por su “textura”, esto es, por la proporción en que estos tipos de partículas se mezclan.

​Texturas del suelo

Dependiendo de la proporción en que las partículas de arena, limo y arcilla se encuentran en el suelo se determina la textura del mismo según el triángulo textural:

Como se puede apreciar son varios los tipos de textura de los suelos dependiendo del porcentaje de partículas que lo componen, pero destacan las siguientes composiciones básicas: 

• Los suelos arenosos​, también llamados suelos ligeros, no poseen propiedades coloidales ni retienen los nutrientes, además presentan mala estructura, alta aireación, muy alta permeabilidad y nula retención de agua, por lo tanto son suelos no deseables para el cultivo de regadío ya que requieren de un gran esfuerzo. 

• Los suelos arcillosos​, también llamados suelos pesados, contienen muy buenas propiedades desde el punto de vista químico, absorben iones y moléculas en forma coloidal, son muy ricos en nutrientes, presentan una buena estructura y retienen mucha agua al ser altamente impermeables, por lo tanto para el cultivo son suelos donde el agua se estanca con facilidad y es necesario un sistema de drenaje adecuado después de las lluvias. 

• Los suelos limosos no tienen estructura, no ostentan propiedades coloidales, son impermeables y con mala aireación, por lo tanto los suelos aptos para el cultivo de verduras y hortalizas dado que suelen tener un alto contenido en minerales. 

• Los suelos francos​, también llamados suelos medios, contienen una mezcla de arena, limo y arcilla en tales proporciones que ostentan las propiedades de las tres fracciones de modo equilibrado, por lo tanto estos suelos presentan las mejores condiciones tanto físicas como químicas para el cultivo, siendo así el tipo de suelo más apto.

¿Qué es la densidad aparente?

Como consecuencia de la estructura y textura del suelo surge el concepto de densidad aparente, se trata de una magnitud que determina la porosidad de los suelos, ya que estos poseen espacios de aire y otras sustancias normalmente ligeras.

Se determina dividiendo el peso de suelo seco entre el volumen total, de modo que un valor mayor de densidad aparente significará menor porosidad.

Donde:

Da     =    Densidad aparente.

Wss  =    Peso del suelo seco.

Vs  =    Volumen original de la muestra de suelo.

Esta es una propiedad importante ya que determina que tan compactos son los suelos y en consecuencia, la facilidad de circulación de aire y agua entre los poros. Para efectos de la actividad agrícola y el riego adecuado, conocer este índice es fundamental porque define la capacidad de almacenaje de agua en el suelo, cuanto menor sea el valor de densidad aparente mayor capacidad de humedad puede albergar. Hay que decir que este valor no es constante sino que varía según los cambios que se produzcan en el suelo respecto al volumen de poros, es decir, la compactación por la labranza o la disminución de materia orgánica disminuyen el volumen de poros e incrementan la densidad aparente, por esta razón debemos medir la compactación del suelo en forma periódica.

Humedad del suelo

Como hemos dicho, entre las partículas componentes del suelo circula aire y agua, donde la humedad del suelo estará determinada lógicamente por la mayor o menor presencia de este último elemento.

De acuerdo a la humedad presente, podemos definir tres niveles de humedad:

• Saturación: Se denomina como suelo saturado cuando el contenido de humedad en el suelo es el máximo posible. En esta condición la mayoría de los cultivos no puede sobrevivir no puede sobrevivir más allá de tres o cuatro días, siendo el arroz la principal excepción. Esta condición se alcanza por ejemplo en las inundaciones o desbordes de cursos fluviales. 

• Capacidad de campo: Corresponde al momento en que el suelo alcanza el máximo nivel de humedad que puede retener, es decir, el contenido de humedad del suelo una vez que el drenaje ha terminado. En este estado los poros grandes contienen tanto aire como agua, mientras que los más pequeños están llenos de agua, considerado este como el estado ideal para el crecimiento de los cultivos. 

• Punto de marchitez permanente: Corresponde al estado en el que el suelo no recibe nuevos aportes de agua, ya sea por falta de precipitaciones o riego, sumado a ello la evaporación y la succión de agua por parte de las raíces terminan por acabar con todo el agua almacenada en los poros. Cuando se llega a este estado la extracción del agua por parte de las plantas no es suficiente para cubrir sus necesidades y comienza un proceso de muerte de los cultivos. 

Los niveles de humedad correspondiente a la capacidad de campo y el punto de marchitez permanente dependen principalmente de la textura del suelo, puesto que dependen de la porosidad para retener y hacer circular el agua.

Infiltración

Otra de las propiedades importantes del suelo es la llamada Infiltración, y que corresponde a la rapidez con que el agua puede infiltrarse y llegar hasta los sustratos bajo la superficie. Este aspecto también es relevante al momento de diseñar una gestión de riego. Las capacidades de infiltración de un suelo está determinado básicamente por tres factores: 

• El contenido en humedad del suelo: La tasa de infiltración es más más alta cuanto más seco está el suelo, por el contrario, en terrenos con altos niveles de humedad la velocidad de infiltración es menor. 

• Textura del suelo: Los suelos más arenosos poseen también mayor tamaño de poros que los arcillosos (menos compactos), por lo que le será de mayor facilidad al agua penetrar por ellos, y tendrá entonces mayor tasa de infiltración. 

• La estructura del suelo: En general, en los suelos bien estructurados el agua se infiltra más rápidamente que en los suelos compactos, y es por esto que será un factor fundamental para influir en la infiltración mediante la labranza del suelo.

 Por regla general, como se muestra a continuación, cuanto más fina sea la textura del suelo, mayor será su compactación y más lenta será la permeabilidad:

Drenaje del terreno

Definimos como drenaje a la capacidad que tienen los suelos para eliminar el exceso de agua, ya sea por medios naturales o artificiales. El drenaje es particularmente necesario cuando el nivel de humedad del terreno sobrepasa la capacidad de campo, puesto que llegado a este nivel se corre el riesgo de que las raíces de las plantas se asfixien y sean infectadas por la acción de hongos.

Las situaciones más comunes en que se pueden producir estos problemas de drenaje son los siguientes: 

• En suelos arcillosos, ya que al ser más compactos, ofrecen mayor dificultad para la infiltración, caso contrario a suelos arenosos. 

• En áreas planas o cóncavas del terreno​, puesto que es muy probable que se creen balsas o charcos de agua. 

• Al pie de pendientes​, donde llega toda el agua de escorrentía. 

• En terrenos cerrados​, o aquellos que carezcan de una salida natural del agua superficial. 

• En condiciones climáticas especiales como las inundaciones, donde la capacidad de drenaje del terreno se ve supera

Para suelos con problemas de drenaje se pueden adoptar diferentes soluciones, las que van desde la instalación de tuberías de drenaje hasta la ejecución de obras de ingeniería orientadas al moldeado de terrenos, nivelación o construcción de zanjas. En otros casos el problema puede superarse mediante el aporte de arena y materia orgánica al suelo​ (compost, estiércol, etc.), esto con el fin de esponjar y airear el suelo

​Profundidad efectiva

Esta propiedad se relaciona con el espacio de penetración sin dificultad que el suelo ofrece a las raíces de los cultivos. Este factor por tanto es de gran importancia para el crecimiento de las plantas, ya que la mayoría estas pueden penetrar más de un metro, y si las condiciones del suelo no lo permiten es posible que su nutrición e hidratación no sea la correcta. El suelo idealmente debería reunir condiciones favorables para recibir, almacenar y hacer aprovechable el agua para el correcto desarrollo de las plantas. En un suelo profundo las plantas resisten mejor la sequía, ya que a más profundidad existe una mayor capacidad de retención de la humedad y una menor evaporación. De igual manera, la planta puede usar los nutrientes almacenados en las zonas profundas del subsuelo, siempre y cuando éstos se encuentren al alcance de las raíces. La presencia de pedregosidad abundante o rocas duras son condiciones desfavorables que pueden limitar la penetración de las raíces en el suelo.

Conforme a esta propiedad, los suelos  pueden agruparse en:

• Suelos profundos​, suelos que tienen un metro o más hasta llegar a una capa limitante.

• Moderadamente profundos​, aquellos que tienen menos de un metro pero más de 0.60 m.

• Suelos poco profundos​, suelos que tienen menos de un metro pero más de 0.60 m.

• Suelos someros​, aquellos suelos que tienen menos de 0.25 m.

• Suelos profundos​, suelos que tienen un metro o más hasta llegar a una capa limitante.

• Moderadamente profundos​, aquellos que tienen menos de un metro pero más de 0.60 m.

• Suelos poco profundos​, suelos que tienen menos de un metro pero más de 0.60 m.

• Suelos someros​, aquellos suelos que tienen menos de 0.25 m.

La profundidad mínima recomendable para la producción comercial de la mayoría de cultivos es de 0.60 m

Profundidad efectiva para algunos cultivos:

Alcachofas0,6 – 0,9  m
Cebolla0,3 – 0,6 m
Ciruelo0,8  – 1,2 m
Espinacas0,4 – 0,6 m
Lechuga0,2 – 0,5 m
Legumbres0,4 – 0,8 m
Manzano0,8 – 1,4 m
Paltas0,8 – 1,2 m
Papas0,6 – 0,9 m
Pimiento0,4 – 0,9 m
Repollo0,6 m
Tomates0,6 – 1,2
Zanahorias0,4 – 0,6

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